Mar. Abr 23rd, 2024

Redacción Fidel López.

Los efectos del cambio climático cada vez se vuelven más irreversibles; la falta de una alimentación de calidad cada vez es más recurrente debido a las prácticas agrícolas que se procesan con pesticidas químicos en exceso.

En reiteradas ocasiones grupos ambientalistas han presentado iniciativas a la Asamblea Legislativa para solicitar la regulación de este tipo de abonos que dañan los suelos y hacen que la falta de alimentos para la población sea una realidad cada vez más sensible.

Sin embargo el Estado poco o casi nada ha hecho para escuchar a estos sectores que al verse ignorados y conscientes de la necesidad de salvaguardar el planeta, ven en el trabajo comunitario una oportunidad de generar conciencia a la población a cerca de la importancia de cuidar el medio ambiente.

El Centro Salvadoreño de Tecnología Apropiada (CESTA) es una organización ambientalista que por décadas ha impulsado iniciativas encaminadas a trabajar en la construcción de esa conciencia ambiental, y es así como en la Colonia San Rafael de San Marcos, al sur de la capital, trabaja con 14 familias a las que se les ha capacitado en la elaboración de sus propios abonos para las plantaciones de granos básicos.

“Antes nosotros no teníamos ni la menor idea de como hacer estos repelentes, estos abonos. Porque la mayoría de personas aquí en la colonia utilizábamos los abonos químicos que hasta cierto punto son más efectivos pero dañan considerablemente la tierra y la dejan estériles” dice don Anderson, uno de los agricultores de la Colonia San Rafael al momento de exponer los tipos de repelentes orgánicos que han aprendido a elaborar junto al CESTA para sus cultivos.

Los huertos urbanos, una forma de garantizar producción de alimentos sin dañar la tierra.

Don Anderson explica que estos abonos si bien no exterminan del todo los insectos en los cultivos, lo que hacen es controlarlos y evitar que las plantas se vean afectadas por el uso de abonos con componentes químicos.

“Antes nosotros trabajábamos con nuestros criterios, si había basura la quemábamos según nosotros para cosechar mejor, pero ahora hemos visto el daño que nosotros nos hacemos a nosotros mismos y a la tierra también cuando quemamos la basura.

Ahora trabajamos con nuestra cuma y la tierra ya no la quemamos sino que la dejamos que se siga descomponiendo para que con ella la tierra se siga fortaleciendo” nos cuenta don Jesús Pérez quien asegura que las capacitaciones le han servido en gran manera para trabajar en la agricultura.

“Fíjese que en esta parte de acá no se daba el elote porque son tierras que están bien dañadas con químicos por las personas que antes las trabajaron. Sin embargo en este tiempo de la pandemia no habiendo trabajo, tuvimos que meterle y gracias a Dios y con las capacitaciones de CESTA hemos aprendido a hacer material para preparar el suelo, creo que vale la pena seguir trabajando así a parte que es un bien para nosotros mismos” dice don Nelson Pérez junto a la milpa que ha producido a base de prácticas ancestrales que han aprendido a implementar.

Don Nelson Pérez asegura que los huertos urbanos fueron una gran opción durante el confinamiento por covid 19, ante el cierre de muchas fuentes de empleo.

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