Mar. Abr 16th, 2024

El silencio es esencial para nuestro bienestar. El explorador, abogado y editor Erling Kagge, quien pasó 50 días caminando en solitario por la Antártida, ahonda sobre su relevancia.

Hoy el silencio es un producto de lujo. Eso afirma el explorador, abogado y editor noruego Erling Kagge. Junto con la monja cisterciense Rosa Ana Izquierdo y el escritor Óscar Esquivias, participó en el Foro de la Cultura de Burgos para hacer un alegato en defensa del silencio como pieza esencial de la existencia.

Kagge, la primera persona que ha alcanzado los polos Norte y Sur y la cima del Everest, ha pasado largo tiempo experimentando el silencio. No se trata solo de evitar el ruido exterior, sino de encontrar el silencio interior para neutralizar todo aquello que nos perturba. Eso es lo que aprendió de forma inesperada durante los 50 días que pasó caminando en solitario por la Antártida. Allí, en medio del blanco infinito, sintió una detonación interna, una conexión con el entorno que cambió su vida totalmente. «El mundo desaparece cuando te fundes con él, decía el filósofo Martin Heidegger. Y eso fue exactamente lo que me pasó», recuerda.

Rosa Ana Izquierdo está acostumbrada a la ausencia de ruido en el convento de la iglesia de San Bernardo de Burgos, donde vive. En estos tiempos de estruendos e hiperconexión, el silencio es necesario para reconectar con la realidad. «Sin duda es el terreno fértil del que nace la creación, esencial para escuchar el latido de lo que nos rodea», añadió Óscar Esquivias. Y también para poder mantener nuestra capacidad de concentración, pues, como explicó Kagge, según apunta un estudio de Microsoft, desde el año 2000 y debido al alud digital que nos sepulta, nuestra capacidad de mantener la atención ha disminuido de doce segundos a tan solo ocho: un segundo menos que la de los peces dorados.

«Aislarse del mundo no consiste en dar la espalda al entorno, sino en ver el mundo con un poco más de claridad, mantener el rumbo e intentar amar la vida», añade este polifacético noruego. Autor del libro El silencio en la era del ruido, afirma que es necesario desconectar cada día un rato y no estar siempre accesibles. Solo así conseguiremos la paz interior suficiente para poder maravillarnos ante la vida, «una de las formas más puras de felicidad que se me ocurren».

Kagge asegura que su mayor proeza no ha sido ir al polo Sur, que, técnicamente, no tiene más secreto que poner un pie tras otro un número determinado de veces, sino «saber encontrar el silencio en la vida cotidiana. Gracias a ello a veces soy como el poeta William Blake, in­­­capaz de distinguir la eternidad de un instante». Kagge se refiere a un precioso verso de Augurios de inocencia que dice así: «Para ver un mundo en un grano de arena y un cielo en una flor silvestre, abarca el infinito en la palma de la mano y la eternidad en una hora».

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