Jue. Mar 28th, 2024
Foto: Cortesía

«No podemos cambiar nuestro pasado, pero podemos cambiar la forma en que lo contamos y, por lo tanto, la forma en que influye en nuestro presente y futuro». La frase pertenece a Edith Eva Eger, una psicóloga eslovaca, de padres judíos y superviviente del Holocausto que además es especialista en el tratamiento del trastorno de estrés postraumático.

Esa descripción ayuda a entender muchas cosas sobre nuestra identidad narrativa. Se trata de la forma en que las personas construyen y cuentan sus historias de vida para dar sentido y coherencia a su identidad. Es decir, es la narrativa que una persona crea acerca de quién es, qué ha pasado en su vida y cómo ha llegado a ser quien es en la actualidad. Incluye los eventos y experiencias significativas de la vida de una persona, así como las interpretaciones que hace de estos eventos.

La forma en que una persona construye su identidad narrativa puede influir en su autoconcepto, su bienestar emocional y su comportamiento. Al contar su historia de vida, una persona puede encontrar un sentido de propósito y significado, y puede entender mejor su lugar en el mundo.

Contamos nuestra historia según la vivimos, con espíritu de lucha o con derrota, con vergüenza o pudiendo detectar factores agravantes. Nos cuesta modificarla porque depende de nuestro propio carácter, formación, valores, y como estos nos ayudan a renacer o a sentir que vamos muriendo sin remedio, que podemos luchar o tiramos la toalla ante adversidades, del mismo modo que los triunfos nos impulsan o nos detienen si los damos como suficientes.  

Por eso es posible que los protagonistas de una misma historia tengan vivencias opuestas. Eso es que para algunos puede ser el epílogo y para otros un prefacio en sus vidas. Sin embargo, es posible cambiar esa narrativa original. Al cambiar nuestra interpretación de nuestras experiencias y seleccionar diferentes experiencias para incluir en nuestra historia, podemos crear una identidad más positiva y empoderadora.

Eso sí, es un proceso que puede llevar tiempo y requiere paciencia y práctica. Sé amable contigo mismo y celebra los pequeños avances que hagas en el camino. Debe haber voluntad de hacerlo y perder el miedo a lo que podemos ocultar en nuestros inconscientes, como los niños que olvidan los abusos, sobre todo sexuales, por temor a reconocer que hubo ciertas sensaciones que no fueron tan malas aunque el abuso en sí sea ya de por sí desagradable.

En fin, como alguna vez escribió Gabriel García Márquez, «la vida no es lo que uno vivió, sino la historia que uno cuenta y cómo la cuenta».

 Por Dra.Margarita Mendoza Burgos 

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