Jue. Mar 28th, 2024
educacionRetroceso y caida

(La humanidad requiere curar sus vínculos, corregir sus andares, amonestar sus debilidades, y hasta moralizar las propias habitaciones interiores de cada cual, sin desmoronarse, ni bajarse de la cruz de cada día. Para ascender hay que descender antes, desprenderse de las miserias y prenderse a la verdad. Todo esto indica que existe una corresponsabilidad existencial, que nos llama a recogernos entre sí y a acogernos en los demás).

I.- EL ACOMPAÑAR A QUIEN SE EQUIVOCA

Todos necesítanos de la mano amiga,

de la compasión personal y colectiva,

de la sana vecindad entre vecindarios,

de la conciliación entre los hermanos,

al ser comunión y unión de espíritus.

Reestablecer el alma hasta ser olmo,

es reponer latidos para sentir el verso,

es volverse poesía para conjugar voz;

pues no hay mayor axioma que amar,

porque el amor es lo que nos cautiva.

Resguardar debe ser nuestro desvelo,

preservar de los males nuestro sueño,

y desertar de las tentaciones el ardor;

pues pararse y repararse ya es anidar,

es revolverse en paz y volverse savia.

II.- EL CUSTODIAR CON AMOR DE HERMANO

El amor todo lo dispensa y armoniza,

todo lo logra de corazón y lo alcanza,

todo lo sustenta y lo sostiene de vida,

todo lo entrega, reintegra y absuelve,

consecuente con sus defectos y faltas.

La capacidad de cuidarnos en unión,

de moldear relación para orar juntos, 

es un buen modo de transitar activos,

y una buena manera de hacer hogar,

de restaurar vínculos y hacer familia.

Cristo nos estimula a todos a su mesa,

nos convoca a proclamar la Eucaristía,

nos concentra a santos y a penitentes,

nos agrupa y reagrupa en jaculatorias,

para la acción y corrección afectuosa.

III.- EL DESVIVIRSE POR VIVIR EN COMPAÑÍA

Tenemos la certeza de que el Señor,

jamás nos abandona en el itinerario,

en la búsqueda del bien y la unidad,

en la exploración del ser y del estar,

dado que su soplo vive en nosotros.

El espíritu nos concilia y reconcilia,

es una fuerza viva que nos renueva,

que nos crea y nos recrea cada día,

con el cultivo de los diversos dones,

y la fuente de su verdadera libertad.

Pasemos del estado de la confusión,

al estado de la gracia del bochorno;

avergonzados de las propias caídas,

elevaremos los vuelos arrepentidos, 

y hundiremos las penas con poemas.

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