Vie. Abr 26th, 2024
Foto: Cortesía

(Que Cristo, nuestra lámpara en el camino, nos ayude a salir de este
mundo tenebroso, por los senderos de la evidencia y por los auténticos
parajes del espíritu).

I.- LA CRUZ QUE NOS ENLAZA

Sólo en Cristo muerto y resucitado,
cohabita tan alta infusión de apego,
con el soplo divino que nos redime;
hasta unirse a todos los corazones,
en comunión liberadora de mundo.
Nos aúna la cruz que nos conduce,
y nos reconduce a restablecernos,
de los distintivos restos terrenales;
tras fijarnos en el misterio pascual,
y engendrarnos a una vida nueva.
La transfiguración del vivificado,
es una lúcida huella incorruptible,
que nos inmortaliza en plenitud;
nos salvaguarda de toda maldad,
y nos llama a llamear en la virtud.

II.- EL RESUCITADO QUE NOS VINCULA

Cristo vive y nos revive cada día,
porque nos quiere vivos y buenos,
para devolvernos la paz perdida,
y llevarnos consigo al reencuentro;
revestidos de amor, reconciliados.
Que nadie menosprecie a nadie,
todos tenemos a Jesús consigo,
abandonémonos a su expresión,
presos los ojos en su quehacer,
pues el futuro es nuestro con Él.
Su mirada es perpetua morada,
su morada es perenne fortaleza,
su fortaleza es continuo anhelo,
su anhelo aparece y reaparece
en nosotros; como razón de luz.

III.- LA VERDAD QUE NOS ENSAMBLA

Situemos oído en quien es verdad,
hagámoslo sin miedo a las caídas;
dejemos que nos anime y reanime,
antes de que sea demasiado tarde,
y la noche nos alcance con su furia.

Me niego a recibir más tormentos,
que me atormenten de infortunios;
requiero la presencia de la Madre,
siempre a los pies del Crucificado,
envolviendo el cielo con la tierra.
Quizás sea bueno reconocernos,
salir de este espacio corrompido,
asistir y resistir como hizo María;
iluminada por las ganas de servir,
con la fibra redentora de su Hijo.

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