
Por : Jefferson Francisco García Campos
ElSalvador–Frente a la emblemática Plaza Libertad, en el corazón del centro histórico de San Salvador, se levanta una joya que rompe los moldes del arte religioso tradicional: la Iglesia El Rosario, una obra maestra que une historia, arquitectura y espiritualidad en un solo recinto.
Construida entre 1964 y 1973 por el escultor y arquitecto Rubén Martínez, este templo desafía la estética de las iglesias coloniales con su diseño moderno, que recuerda a un arco de cemento iluminado por un arcoíris de vitrales.
A simple vista, su estructura puede parecer austera; pero al cruzar sus puertas, el visitante descubre un espectáculo visual donde la luz natural se convierte en protagonista.
Los vitrales de colores que cubren el techo y los muros laterales transforman los rayos del sol en un juego de luces que inunda el interior con tonalidades vibrantes: azules, rojos, amarillos y verdes que cambian con el paso del día. Es un efecto que simboliza la presencia divina y la renovación constante de la fe.

Cada rincón del templo cuenta una historia. En su interior reposan las esculturas del Vía Crucis, también obra de Martínez, talladas con un estilo expresionista que conmueve al visitante.
La imagen de Cristo Resucitado, suspendida sobre el altar, representa la victoria de la vida sobre la muerte, en un lenguaje artístico que combina lo espiritual con lo humano.
La Iglesia El Rosario se erige, además, sobre el mismo terreno donde en el siglo XIX estuvo la antigua parroquia de San Salvador, donde fueron sepultados los próceres de la Independencia Centroamericana: José Matías Delgado, Manuel José Arce y Juan José Cañas. Sus restos descansan hoy en una cripta dentro del templo, lo que convierte a esta iglesia no solo en un símbolo religioso, sino también en un monumento histórico y patrimonial de la nación.
Declarada Monumento Nacional en 1972, El Rosario sigue siendo un punto de encuentro entre el pasado y el presente. Su arquitectura, inspirada en la sencillez y la luz, rompe con lo convencional para recordarnos que la fe también puede ser moderna, creativa y viva.

A pesar del paso del tiempo y de las transformaciones del centro histórico, la Iglesia El Rosario sigue allí, majestuosa y serena, como un testigo silencioso de la historia salvadoreña, invitando a quien la visita a mirar hacia arriba y dejarse iluminar por la esperanza.
En cada rincón del templo, la fe se transforma en color y el arte en oración. Así respira la Iglesia El Rosario, joya del patrimonio salvadoreño.
