Vie. Sep 12th, 2025
Foto: Cortesía

“El afecto entre semejantes, como las buenas intenciones entre análogos, nos impide precipitarnos al abismo”.

Vivimos de los sanos alientos, de la gratuidad de darse y del donarse, de la conjugación de los sueños en un camino que es hermoso, a pesar de las cruces que nos ponemos e imponemos unos a otros; lo que requiere activar el sentido común, que no es otro que el de las obligaciones morales, liberadoras de este espíritu mundano de rigidez e intereses mezquinos, que nos usurpan la libertad. Ciertamente nuestro mundo no es fácil, son demasiados los frentes abiertos, tenemos abundancia de crisis y de fuerzas divisorias, que nos restan quietud dentro de uno mismo y armonía social entre los pueblos. El horizonte de la concordia, por consiguiente, es más necesario que nunca. Por ello, hay que fortalecer la confianza, cultivando los lazos de la autentica amistad. ¡Cultivémoslos, pues!

Tejer una red de apoyo social, como puede ser la Tregua Olímpica que propone Naciones Unidas, es una bella pasión a fomentar, del mismo modo que lo hacen los participantes de los Juegos, que simbolizan la cooperación y la competición leal, en lugar de la división y el conflicto. Sea como fuere, hemos de silenciar las armas y mostrar que, el deporte, es un símbolo de luz en medio del aluvión de tinieblas que nos circundan, así como de conciliación en actividades comunitarias, encaminadas a fomentar la inclusión de las distintas culturas y el respeto entre ellas, promoviendo a la vez la comprensión internacional y el acatamiento de la diversidad. El afecto entre semejantes, como las buenas intenciones entre análogos, nos impide precipitarnos al abismo. ¡Fomentémoslo, entonces!

Ojalá sirva esta aportación de un humilde articulista como reflexión en el descanso para que, frente a una suma de intereses absurdos de compra-venta, seamos capaces de reaccionar con un nuevo deseo de hermanarnos de corazón, sabiendo que nuestro horizonte son los amigos y que la alianza con techo adinerado, no edifica nada más que miserias y egoísmos. Lo importante es despertar, hacerse y rehacerse con la mano tendida y extendida siempre, con el lenguaje corporal, mirándonos a los ojos que es como se acaricia el alma, que no excluye a nadie y a todos nos armoniza. Colaborando, por muy minúsculos que nos sintamos, se puede hacer siempre algo grande. Quizás necesitemos banquillos comprensivos en quien confiar para sostener la esperanza. ¡Hagámoslo, ya!

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