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El Vaticano ha sido testigo este día de uno de los momentos más emblemáticos de la Iglesia Católica: a las 18:08 horas (hora de Roma), desde la chimenea de la Capilla Sixtina se elevó la esperada fumata blanca, símbolo inequívoco de que los cardenales han elegido al nuevo Papa. El humo, visible incluso desde la Plaza de San Pedro repleta de peregrinos, desató una oleada de emoción colectiva. Aplausos, lágrimas, vítores y banderas ondeando al viento convirtieron la espera en una celebración global. Las campanas de Roma comenzaron a repicar poco después, marcando con solemnidad el nacimiento de un nuevo pontificado.
Esta elección histórica, que se da apenas 17 días después del fallecimiento del Papa Francisco, se produjo tras dos jornadas de cónclave y cuatro votaciones. En esta última, el candidato electo alcanzó la mayoría requerida de dos tercios: al menos 89 de los 133 votos posibles. Con ello, se convierte en el 267° sucesor de San Pedro y guía espiritual de más de 1.300 millones de católicos en todo el mundo.
Aún se desconoce el nombre del nuevo Papa, que será revelado después de la fumata blanca. El anuncio será realizado por el cardenal protodiácono, Dominique Mamberti —salvo que él mismo haya sido elegido—, quien pronunciará desde el balcón central de la Basílica de San Pedro las históricas palabras en latín: “Annuntio vobis gaudium magnum: Habemus Papam!” («¡Les anuncio una gran alegría: tenemos Papa!»).
Durante este tiempo, el Pontífice electo atraviesa una serie de rituales cargados de simbolismo. Primero, es conducido a la llamada «habitación de las lágrimas», donde se viste con la sotana blanca papal. Allí dispone de tres juegos de vestiduras de distintos tamaños para elegir. Luego, regresa a la Capilla Sixtina, donde se realiza una breve liturgia que incluye una oración, una lectura del Evangelio y el tradicional canto del Te Deum, himno de acción de gracias. Los cardenales, en un acto de obediencia, juran fidelidad al nuevo líder espiritual.
Por primera vez en la historia de los cónclaves, antes de aparecer ante el mundo, el nuevo Papa hará una parada en la Capilla Paulina para rezar unos momentos en soledad, una innovación introducida como gesto de recogimiento espiritual antes del inicio público de su ministerio.
La figura del nuevo Papa asume una responsabilidad inmensa. Hereda los desafíos que marcaron el pontificado de Francisco: la lucha contra los abusos en la Iglesia, la modernización de estructuras internas, el diálogo interreligioso, la defensa del medioambiente y la atención a los migrantes y marginados. Francisco, recordado por su humildad, su cercanía a los pobres y su énfasis en una Iglesia “en salida”, dejó un legado de reformas profundas, pero también abiertas.
La Iglesia Católica se enfrenta en este siglo XXI a tensiones internas y demandas externas que exigen liderazgo, visión y fortaleza espiritual. La elección del nuevo Papa es interpretada no solo como una decisión doctrinal, sino también como un mensaje político y pastoral: qué tipo de Iglesia quiere ser el catolicismo hoy y hacia dónde se proyecta.
Mientras el mundo aguarda expectante la identidad del nuevo Pontífice, la Plaza de San Pedro se convierte una vez más en epicentro de la fe y la emoción universal. Millones de fieles, desde América Latina hasta Asia, siguen en directo las imágenes que marcarán el comienzo de una nueva etapa en la historia eclesiástica.
El momento culminante llegará cuando el nuevo Papa dé su primer saludo desde el balcón de la Basílica: “Queridos hermanos y hermanas, buenas tardes…”, frase que podría anunciar no solo un nuevo nombre, sino también una nueva esperanza.