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Este miércoles, los 133 cardenales electores ingresarán a la Capilla Sixtina para dar comienzo al Cónclave, el proceso secreto mediante el cual se elige al nuevo Papa. La primera votación se realizará esta misma tarde y, aunque es poco probable que se alcance una decisión en la primera ronda, se espera que la primera «fumata», probablemente negra, pueda verse entre las 18:00 y las 19:00 (hora del Vaticano).
El Cónclave comienza con una procesión desde la Capilla Paulina hasta la Capilla Sixtina, acompañada por el canto de las Letanías de los Santos. Al llegar, los cardenales entonarán el Veni Creator y jurarán guardar el más estricto secreto sobre el proceso, como establece la constitución apostólica Universi Dominici Gregis. También se comprometerán a no aceptar ni promover interferencias externas.

Tras el juramento, el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias pronunciará el tradicional «extra omnes», ordenando salir a todos los que no participan en la elección. Luego se pronunciará una breve meditación espiritual antes de iniciar la votación.
Las votaciones tienen lugar bajo el fresco del «Juicio Final» de Miguel Ángel, en un ambiente de silencio absoluto. Las papeletas se queman tras cada escrutinio en una de las dos estufas colocadas en la Capilla, cuyo humo será negro si no hay elección o blanco si se ha elegido al nuevo Pontífice.
Para ser elegido, un cardenal necesita una mayoría de dos tercios, es decir, al menos 89 votos. Si no se consigue un resultado en la primera jornada, el proceso continuará al día siguiente con dos votaciones por la mañana y dos por la tarde, repitiéndose el ciclo hasta que haya elección. Si tras tres días de votaciones no hay acuerdo, se hará una pausa de oración y diálogo, antes de reanudar los escrutinios.
Durante todo el proceso, los cardenales están completamente incomunicados con el exterior. Se han desactivado todos los sistemas de telecomunicaciones dentro del Vaticano y cualquier violación del secreto implica excomunión automática.
Una vez que un cardenal es elegido y acepta, se retira a la llamada «habitación de las lágrimas» para orar y vestirse con la sotana papal. Poco después, el cardenal protodiácono anuncia el Habemus Papam desde el balcón de la Basílica de San Pedro, seguido por la primera bendición del nuevo Papa Urbi et Orbi.