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En la madrugada de este viernes, el Ejército de Israel ejecutó un ataque aéreo sin precedentes contra instalaciones estratégicas en Irán, incluyendo el complejo nuclear de Natanz, en lo que calificó como una acción preventiva destinada a neutralizar una amenaza existencial.
El operativo dejó un saldo devastador, la muerte del jefe de la Guardia Revolucionaria iraní, general Hosein Salami, junto a altos mandos militares y científicos vinculados al programa nuclear.

El ataque, que marca una peligrosa escalada en el conflicto entre ambos países, ha provocado reacciones inmediatas en Teherán, que prometió una respuesta contundente. “Israel ha cruzado una línea roja. Este crimen no quedará impune”, advirtió el portavoz militar iraní, general Abolfazl Shekarchi, quien confirmó oficialmente la muerte de Salami.
Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) informaron que bombardearon “docenas de objetivos militares” en varias ciudades iraníes, incluyendo Teherán, Tabriz, Khorramabad y Khandab. El blanco principal fue Natanz, donde el ataque alcanzó áreas subterráneas altamente protegidas, utilizadas para el enriquecimiento de uranio. Israel afirma que estas instalaciones podrían permitir a Irán fabricar al menos nueve armas nucleares.
Según medios estatales iraníes, al menos nueve personas murieron y más de cien resultaron heridas, entre ellos civiles y personal militar. Entre las víctimas figuran también el jefe del Ejército, Hosein Baqeri; Amir Alí Hayizadé, comandante de la Fuerza Aérea de la Guardia Revolucionaria; el ingeniero militar Gholamali Rashid; y los científicos nucleares Mohamad Tehranchi y Fereydoon Abbasi.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, calificó la operación como “muy exitosa” y advirtió que continuará “el tiempo que sea necesario”. El gobierno de Israel ha declarado estado de emergencia, movilizado a decenas de miles de soldados y pedido a la población prepararse para posibles represalias con misiles o drones desde Irán.
Por su parte, el presidente de Israel, Isaac Herzog, respaldó los ataques como una medida “para neutralizar una amenaza inmediata y existencial”. Netanyahu también agradeció al presidente estadounidense Donald Trump por su “liderazgo decisivo” en la contención del programa nuclear iraní, aunque el secretario de Estado, Marco Rubio, negó participación directa de Washington, calificando el ataque como una “acción unilateral israelí”.
Mientras tanto, la tensión amenaza con frustrar una nueva ronda de negociaciones nucleares entre Irán y Estados Unidos, programada para este domingo en Omán. Trump, quien ha endurecido su postura, acusó a Teherán de “procrastinar” y reiteró que no permitirá que el país alcance capacidades nucleares.
El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) confirmó que no se han detectado fugas de radiación tras el bombardeo, pero expresó preocupación por la seguridad en la región. A su vez, Irán solicitó una reunión urgente del Consejo de Seguridad de la ONU, acusando a Israel —y por extensión a Estados Unidos— de violar el Derecho Internacional y amenazar la paz regional.
En medio de la crisis, Israel ordenó el cierre temporal de todas sus embajadas en el extranjero y recomendó a sus ciudadanos evitar lugares públicos y no portar símbolos nacionales. El Ministerio de Exteriores activó un protocolo de emergencia para coordinar con aliados y justificar diplomáticamente el ataque.
Escalada bélica en un contexto de alta tensión
Este ataque es la culminación de años de tensiones por el programa nuclear iraní. Pese a que Irán ha negado reiteradamente que busca desarrollar armas nucleares, informes del OIEA revelan un preocupante aumento en el nivel de enriquecimiento de uranio, que ha alcanzado el 60 %, apenas un paso técnico del 90 % necesario para fabricar armas atómicas.
Israel, firme opositor del programa, había amenazado con actuar militarmente incluso sin respaldo internacional. Ahora lo ha hecho, en el momento más delicado, con las negociaciones en curso y una región marcada por conflictos desde los ataques del 7 de octubre de 2023.
El enriquecimiento de uranio sigue siendo el punto más conflictivo. Aunque permitido bajo el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) para fines civiles, tanto Israel como EE.UU. lo consideran una vía encubierta para el desarrollo de armas. La reciente resolución de condena del OIEA y la respuesta de Irán —que anunció la expansión de su programa nuclear— anticipan una escalada mayor.
Con la eliminación de líderes clave y daños críticos a su infraestructura nuclear, Irán se encuentra en un punto de máxima presión. Mientras el gobierno israelí se prepara para un conflicto a gran escala, la comunidad internacional observa con creciente inquietud una situación que amenaza no solo la estabilidad de Oriente Medio, sino la seguridad global y el equilibrio energético mundial.
Este ataque puede marcar el inicio de una nueva fase del conflicto, más abierta, más destructiva y con menor margen para la diplomacia.