Vie. Abr 19th, 2024
Foto: Cortesía

(Todos estamos llamados a la vida, o sea, a vivir y a dejar vivir. Una
experiencia que se hace sueño, dentro de otros sueños, que nos
despiertan al amor y al amar. Al final, únicamente se vive, si se ha
amado
).

I.- LA FAMILIA,

PRIMER VALOR EN EL DEBER SOCIAL

Cada ser es parte de otro ser humano,
en cuanto que es convocado a unirse,
a reunirse desde lo más íntimo de sí,
a establecer relación y a restablecerse,
a restaurarse con la virtud de hermano.
Se da una mutua interdependencia,
entre las personas y la colectividad;
todo se estimula en razón de lazos,
y todo se reconduce en su unidad,
desde la venida hasta la ida al cielo.
Estamos emplazados a ser poesía,
a activar el nido viviente del amor,
a mover y a remover las conciencias,
pues salvando la anexión de pulsos,
también se salva la misma sociedad.

II.- LA COMPASIÓN,

ALMA Y APOYO DE LA SOLIDARIDAD

Sin pasión por estar no hay compasión,
sin compasión tampoco hay reacción,
sin reacción nada nos pone en camino,
perdemos el propio aliento responsable,
y recobramos una pasividad que lapida.
Vuelva a nosotros el ánimo clemente,
brío que sustenta y sostiene la unión,
para que se active y reactive la paz;
pues donde hay quietud hay alegría,
y el mayor gozo está en el compartir.
Estando fusionados es como se florece,
el modo de concebirlo es lo que importa,
por natural humanidad el respeto mutuo,
y por justicia en guardia constantemente,
no sin antes quererse para poder donarse.

III.- EL FRUTO,

DESCUBRIR Y MORAR EN EL DON DE LA MISIÓN
Somos historia viva de una llamada,
la evocación permanente de Dios,
que nos invita a tejer el bien a diario,
a descubrir el ser ínfimo que somos,
y a morar en lo armónico del día.
No se trata sólo de volver al verso,
sino de hacer del verso la morada,
de nacer cada mañana a un renacer,
y de hacer lo que el Señor nos dicta,
al espíritu cooperante de cada uno.
Siguiendo su llamada creceremos,
maduraremos en plenitud existencial,
los frutos irradiarán la luz de Cristo,
como centro de creación de vínculos,
y como recreación del hogar originario.

Víctor Corcoba Herrero

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