Jue. Abr 25th, 2024
Una luz nueva

“Nuestro signo de pertenencia es la vida; y, como tal, hemos de buscarla y amasarla desde la
autenticidad de los mejores sueños, estando en paz con nosotros mismos y con toda la
creación”.

El espíritu de la novedad, como el de la resistencia, nos acompaña en cualquier época. Es la
historia de un itinerario que hemos de recorrer conjuntamente, lo que nos exige unirse y reunirse,
escucharse y envolverse de palabras compartidas, decidir sobre la melodía a tomar y resolver conflictos
que puedan surgir en el corazón de los humanos. La persona, ahogada de mundanidad, deberá liberarse de
esta cruel atmósfera y nacer a la poesía, aunque tenga que verter un río de lágrimas a diario, para
reencontrarse con el ritmo del verso en los labios y con la cadencia de lo armónico, que es lo que
verdaderamente nos da fuerzas para abrir todos los horizontes y soltar las cadenas que nos amortajan.
Nuestro signo de pertenencia es la vida; y, como tal, hemos de buscarla y amasarla desde la
autenticidad de los mejores sueños, estando en paz con nosotros mismos y con la creación. Todas las
guerras son destructivas, pues. Deberíamos tomar conciencia de ello. Desde hace una pila de años, cuando
se creó la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, esta no se había enfrentado a una
crisis tan aguda como la guerra de Ucrania, asegura la ONU. Así es, el estado de confusión nos sorprende
en cualquier momento y en cualquier esquina del camino; de ahí, lo importante que es hacer frente a
situaciones nuevas, que nos impulsen ir hacia adelante y a no retroceder tampoco. Cualquier contienda,
por tanto, es una regresión al estado salvaje.
Por otra parte, cada hostilidad es una invasión al valor humano. Únicamente después de haber
analizado, conjuntamente los diversos contextos, podemos elevar los cimientos de la concordia, utilizando
la munición de la mano tendida, a través del genuino verbo, que hemos de saber conjugarlo en todos los
tiempos y para todas las edades. Lo importante es mantener la seguridad de lo verídico, tanto en nuestra
mirada que ha de acariciar y no despreciar, como en nuestras acciones, que han de ser coherentes con el
racimo natural del poema inspirador naciente en el alma. Al fin y al cabo, lo sustancial es resistir y
detenerse, oír nuestro interior, que muchas veces es el que nos indica el camino justo a tomar. Desfallecer
no tiene sentido, mientras tengamos savia; no lo olvidemos, además contamos con la esperanza como
aliento.
Sin duda, es primordial llevar en los labios los pulsos del corazón, abrirlos al diálogo y entonar
abecedarios dóciles que nos lleven a entendernos. Sólo así podremos avanzar en el dominio de sí y en la
entrega generosa. Será este un modo de vivir y de actuar verdaderamente poético, de dejarse guiar por la
fuerza que viene del innato hálito y de un intento de aproximación a lo absoluto por medio de latidos, que
es lo que nos imprime una visión positiva de nuestros andares, propiciando el reencuentro, previo tolerar
los problemas de nuestros análogos. Lo transcendente es corregirse desde un aire comprensivo, sin
batallar contra nadie, pues todos somos necesarios en este camino existencial.
En cualquier caso, junto a la oposición de resistencia, también germina el anhelo de felicidad
que está arraigado desde siempre en nuestro fuero interno, aunque tengamos un flujo sin precedentes de
personas traumatizadas, por cualquier parte del mundo. El deterioro humanitario y la fragmentación entre
familias, nos están dejando sin vínculos; lo que nos exige a todos encontrar un lenguaje que pueda tocar
nuestra vena más sensible, respetuoso con la sabiduría de las diversas civilizaciones y culturas; y, por
consiguiente, capaz de prestar oídos y de mover labios, en favor de una libertad responsable y de una
justicia social mejorada, donde se ponga decididamente el intelecto al servicio de lo que debemos ser:
¡Amor!

Víctor CORCOBA

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