Jue. Oct 2nd, 2025

Las conexiones sociales -y cómo nos sentimos al respecto- están estrechamente entrelazadas con las propias redes de nuestro cerebro.

Cada vez hay más pruebas que subrayan la relación integral entre la soledad, el aislamiento social y la demencia. En un análisis retrospectivo de 2022 de los datos del Estudio del Corazón de Framingham, la neuropsicóloga de Cedars-Sinai la Dra. Mitzi Gonzales y otros investigadores descubrieron que los participantes en el estudio que no estaban genéticamente predispuestos a la demencia tenían tres veces más probabilidades que sus compañeros de desarrollar la enfermedad en la década siguiente si se sentían solos. Incluso los que sufrían soledad ocasional -tres días a la semana- tenían un riesgo mayor.

El aislamiento social, otra preocupación creciente entre aproximadamente una cuarta parte de los adultos mayores estadounidenses que envejecen en su lugar de residencia, puede aumentar la vulnerabilidad de una persona a la demencia hasta en un 50%.

En un mundo pospandémico y tecnológicamente avanzado, las personas están más distanciadas físicamente pero más conectadas digitalmente, y los investigadores del Cedars-Sinai y de todo el país están colaborando para desentrañar estos complejos vínculos.

«Nos faltan datos para caracterizar plenamente la escala y la magnitud de la soledad», afirma Gonzales, director de Investigación Traslacional del Centro Jona Goldrich de Alzheimer y Trastornos de la Memoria de Cedars-Sinai. «Es esencial comprender lo que ocurre en el cerebro a la luz de estos cambios en la forma en que nos conectamos».

«Como seres humanos, estamos programados para buscar conexiones», señala la geriatra de Cedars-Sinai la Dra. Allison Mays, cuyo estudio Leveraging Exercise to Age in Place (LEAP) condujo a la creación del programa comunitario Forever Fit de Cedars-Sinai. «No estamos hechos para estar solos».

Los expertos están ponderando los hábitos sociales con la edad y los riesgos genéticos y ambientales, como el acceso de los vecinos a espacios públicos, para determinar quién puede ser más vulnerable a la soledad. En última instancia, buscan intervenciones individuales y sociales.

«Podría haber un periodo crítico para la socialización, como cuando se es joven y se está en desarrollo, o cuando se envejece, se pierden seres queridos y es más probable vivir solo», explica Gonzales. «A la inversa, la comunidad podría ser más como un jardín que tenemos que cuidar y dar forma durante el resto de nuestras vidas».

Facebook Comments Box
Compartir esta nota
error: Contenido protegido