Sáb. Sep 13th, 2025

Por Dra. Margarita Burgos

Por estos días se volvió viral la historia de Aminata, una mujer maliense que sobrevivió a la mutilación genital femenina. «En las relaciones, el hombre termina y tú solo lloras», relató. Fue víctima de ablación a tan solo una semana de haber nacido, cuando le extirparon el clítoris y los labios vaginales. A los 17 años, fue forzada a casarse. Hoy, desde Valencia, España, levanta su voz como activista contra una práctica que ha afectado a más de 230 millones de mujeres y niñas en el mundo.

La mutilación genital femenina (MGF), también conocida como ablación genital, consiste en la modificación parcial o total de los genitales externos femeninos por razones no médicas. Puede implicar cortes, extracciones, perforaciones o incluso la sutura de la zona genital. En muchas culturas se considera un rito de paso hacia la adultez o un requisito previo al matrimonio.

Esta práctica, aunque más común en varios países africanos, así como en regiones de Asia y Medio Oriente, también persiste en comunidades migrantes en Europa, Norteamérica, Australia y algunos grupos indígenas en Sudamérica. Las justificaciones que se dan para su realización varían: desde creencias sobre la pureza y la virginidad, normas sociales sobre aceptación comunitaria, hasta la idea errónea de que incrementa el placer sexual masculino.

Las consecuencias para la salud son devastadoras. Quienes la padecen pueden sufrir de infecciones recurrentes, dolor crónico, problemas urinarios, menstruaciones irregulares y en el parto, suelen requerir cesárea. Los efectos no solo son físicos; también dejan una profunda huella emocional y psicológica, afectando la autoestima, la vida sexual y las relaciones de pareja.

«Te conviertes en un cubo de hielo. No sientes; no amas; no tienes deseo», confesó Omnia Ibrahim, bloguera y cineasta egipcia. Ella ha dedicado gran parte de su vida adulta a lidiar con el impacto psicológico de la MGF: «Me enseñaron que el cuerpo significaba sexualidad, y que la sexualidad era pecado. Mi cuerpo se convirtió en una maldición para mi mente».

Además, en muchos casos, esta práctica se impone a la fuerza, sin el consentimiento de la niña o la mujer. Los tipos de ablación varían en su nivel de severidad. El tipo 3, conocido como infibulación (la costura parcial o total de los genitales externos), suele generar mayores problemas de salud.

Entre los efectos inmediatos más comunes están el dolor extremo, ya que la mayoría de las niñas no reciben anestesia ni analgésicos. También hemorragias graves e infecciones peligrosas. A largo plazo, se pueden presentar complicaciones durante el embarazo y el parto, e incluso infertilidad.

La erradicación de esta práctica requiere de educación, políticas públicas firmes y el apoyo a las voces valientes como la de Aminata, que luchan por una vida digna y libre de violencia para las niñas y mujeres del mundo.

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