El 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró oficialmente al COVID-19 como una pandemia. Esta decisión subrayó la gravedad y la rápida propagación del virus SARS-CoV-2, que había surgido en Wuhan, China, en diciembre de 2019.
El 31 de diciembre de 2019, China informó a la OMS sobre casos de neumonía de origen desconocido en Wuhan.
El 7 de enero de 2020, se identificó un nuevo coronavirus como la causa de la enfermedad. El 30 de enero de 2020, la OMS declaró una Emergencia de Salud Pública de Importancia Internacional (ESPII), su nivel más alto de alerta en ese momento.
A pesar de la declaración de la ESPII, la percepción pública y la respuesta global fueron limitadas. Fue la declaración de pandemia lo que provocó una reacción más contundente por parte de los gobiernos y las sociedades.
Impacto inicial de la declaración de pandemia:
En el momento de la declaración, se habían reportado menos de 4,300 muertes a nivel mundial. Sin embargo, la situación se agravó rápidamente, llevando a confinamientos, saturación de sistemas de salud y una crisis económica global.
Cinco años después, la comunidad internacional ha reconocido la necesidad de mejorar la preparación y respuesta ante futuras pandemias. Se están llevando a cabo negociaciones para establecer un acuerdo internacional vinculante que fortalezca la prevención y preparación ante pandemias, con una sesión prevista del 7 al 11 de abril de 2025.
Además, se ha revisado el Reglamento Sanitario Internacional para permitir que el Director General de la OMS declare una “emergencia pandémica”, proporcionando una herramienta adicional para alertar y coordinar respuestas globales.
La experiencia del COVID-19 ha resaltado la importancia de la cooperación internacional, la transparencia y la inversión en sistemas de salud robustos para enfrentar eficazmente las amenazas sanitarias globales.