Vie. Abr 26th, 2024

El poemario titulado: “Pelágico”, escrito por Fredy Tato Mejía quien fue el ganador de los XXI Juegos Florales de Chalatenango en la rama de Poesía, presentado bajo el seudónimo Okedá Dobyo.

El poemario está compuesto por diversos versos entre los que se encuentran 

  • “Ornitomancia: primer poema hacia el mar”
  • “Porciones”, “Apocalíptico”
  • “Islas de la decadencia”
  • “Segundo poema sobre el mar”
  • “Wila para los días de mi vida”
  • “B.A.R.”
  • “Cementerio clandestino”
  • “El hecho es que”
  • “Tercer poema en el mar”

Mejía es poeta y vendedor de libros, reside en San Salvador, donde se desenvuelve en la esfera cultural capitalina. Además, es creador de los ciclos de poesía en Sonsonate La Función Poética, miembro y fundador del Círculo Literario TecoloT y del Colectivo Literario Zenzontle. Algunos de sus poemas han sido traducidos al otomí, una lengua indígena originaria del Valle del Mezquital.

La obra de Mejía ha sido publicada en antologías líricas, revistas digitales, así como en la selección poética √441 (Literatelia, Toluca, 2019) y ha publicado “Esclaramonte”, en la editorial Sion, Quezaltenango, Guatemala, 2020.

“Pelágico”

(Fragmento)

Tríptico de la luz

I

Habré tocado la espuma del mar,

pero creí morder un trozo de sueño.

Bajo las mantas del sosiego,

una anémona fluorescente

amenaza con su hálito de miel,

frente a ella he descubierto la luz

y temo de los ojos que me crecen.

Hace millones de años

nombré este espectro patético,

su nombre emerge de la marea

y no del viento.

Esta bengala sobre mis ojos

no es la vida,

sino una protuberancia inútil

en la cáscara del abismo.

II

¿Qué hace ahí ese crustáceo fulgurante

estacionado en medio del terror?

Los fotorreceptores de mi niñez

vagamente sabrán reconocer

en el cómodo arroyo del miedo

ese atisbo de ternura,

una lata de cariño

arrojada sin piedad

al piélago de la inocencia.

Antes de su parto

no conocía las entrañas de la sombra

ni había enredado mis ojos

en la úlcera de la razón.

III

Clasifiqué las migajas del día

para refugiarme de la carencia,

logré que la luz vacilara de su estado;

Anoche, por la noche

un párpado de sangre

dio un sollozo,

como un presagio

en la víscera perlada del sol.

Entre el abismo, un lucero de carne;

entre la llama, un hueco de plomo;

entre el musgo, la sonrisa del miedo;

entre la niebla, la voz muerta del amor;

entre la marea, el golpe débil de la demencia;

dentro de mis ojos,

bajo la tierra de la memoria,

sobre la guerra de las pestañas,

una bestia devora los frutos de la luz

y desgarra los bordes de las tinieblas.

He vuelto al líquido letargo

de la ausencia.

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