Sáb. Abr 20th, 2024
Foto: Cortesía

En tiempos de COVID-19 es muy frecuente que cuando nos conectamos a la computadora para hacer teletrabajo o participamos de una teleconferencia nuestros oídos se vuelvan más sensibles y descubramos ciertos ruidos molestos que interfieren nuestra participación en plataformas como Zoom, Teams o Skype.

 Sin duda que nos fastidiará si el vecino ha organizado una fiesta y tiene la música a todo dar, si el perro de al lado no deja de ladrar o si por la ventana se filtran los bocinazos que genera un enjambre de tránsito, pero hay otros ruidos, aparentemente imperceptibles, que pueden ser muy dañinos para la salud. 

Se les llama “ruidos negros”. Provienen principalmente de aires acondicionados, refrigeradoras y otros electrodomésticos que emiten infrasonidos a los que hay que prestarles atención. Son, como lo indica una investigación publicada en la revista International Journal of Occupational safety and Ergonomics, «frecuencias acústicas menores a 20 Hz que sentimos como ligeras vibraciones o percibimos como zumbidos, y cuya energía es absorbida por nuestro organismo».

Esto puede provocar desorientación, ansiedad, fatiga, pánico, alteraciones cardíacas, espasmos intestinales, náuseas, vómitos, ilusiones ópticas e incluso puede llegar hasta la pérdida de conocimiento.

La solución, por el momento, pasa por interesarse más en el tema y hacer conciencia. El mismo informe sugiere ciertas medidas arquitectónicas, como la ubicación estratégica de estos equipos de climatización y ventilación por ser emisores de infrasonidos y bajas frecuencias de sonido audible, de manera que afecten lo menos posible a los habitantes del hogar.  

Eso sí, los gobiernos deberían proponer regularizaciones, especialmente en la anchura de los edificios y que sean menos permeables a los sonidos, pero también controlando mejor el tránsito e integrar vegetación que absorba los infrasonidos y reduzca la contaminación acústica.

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