Dom. Sep 14th, 2025

Es momento de cambiar la forma en que evaluamos el riesgo cardiovascular. Si bien la hipertensión, la diabetes, el tabaquismo y el colesterol LDL alto dominan las conversaciones clínicas, se sigue pasando por alto una amenaza igualmente importante: la lipoproteína (a) o Lp(a). Esta partícula heredada genéticamente es un potente factor de riesgo de enfermedades cardíacas y, sin embargo, a la mayoría de los pacientes nunca se les realizan pruebas para detectarla.

La Lp(a), una forma única y particularmente peligrosa de colesterol, actúa como transportadora de moléculas inflamatorias, acelera la acumulación de placa arterial y favorece la formación de coágulos, lo que puede provocar la rotura de la placa y los consiguientes eventos cardiovasculares. Se estima que el 20 % de la población mundial tiene niveles elevados de Lp(a), lo que se asocia a un mayor riesgo de infarto de miocardio, accidente cerebrovascular, estenosis aórtica y enfermedad arterial periférica.

A pesar de esta clara conexión, un estudio reciente realizado en seis hospitales universitarios de California reveló que menos del 0,3 % de los adultos se someten a pruebas de Lp(a). Incluso entre aquellos con antecedentes familiares o personales de enfermedades cardíacas, las tasas de pruebas fueron inferiores al 3,3 % y al 4 %, respectivamente, lo que representa una enorme brecha en los esfuerzos de prevención.

Las directrices estadounidenses recomiendan actualmente la detección de Lp(a) solo para personas con antecedentes familiares de enfermedades cardíacas prematuras o para aquellas con enfermedades cardíacas confirmadas. Hasta hace poco, los científicos medían la Lp(a) en miligramos por decilitro (mg/dL), con niveles normales por debajo de 30 mg/dL. Ahora, los científicos consideran que el número de partículas de Lp(a) en la sangre, medido en nanomoles por litro (nmol/L), es una medida más precisa. Los niveles normales de Lp(a) son iguales o inferiores a 75 nmol/L.

Dado que el 90 % de la Lp(a) está determinado genéticamente, la medición de la Lp(a) suele ser una prueba que se realiza una sola vez. Si bien es cierto que la Lp(a) no se puede modificar mediante la dieta y el ejercicio, los niveles pueden fluctuar en respuesta a la menopausia, las enfermedades crónicas o ciertos medicamentos. Las mujeres deben volver a hacerse la prueba después de la menopausia, cuando los niveles de Lp(a) pueden aumentar, especialmente si los niveles antes de la menopausia eran límite.

Actualmente, el único tratamiento aprobado por la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA) para la Lp(a) es la aféresis, que es costosa, intensiva y escasa. Pero a pesar de la falta de opciones de tratamiento, la evaluación de los niveles de Lp(a) puede ayudar a orientar la atención al paciente. Los pacientes con niveles elevados de Lp(a) pueden beneficiarse de estrategias más agresivas para reducir el LDL, como las estatinas, los inhibidores de la PCSK9 y los cambios en el estilo de vida.

Actualmente se están realizando ensayos clínicos con terapias prometedoras dirigidas a la Lp(a), como el pelacarsen y el olsparin, cuyo objetivo es reducir la producción de Lp(a) a nivel del ARN. Si estas terapias demuestran su eficacia para reducir los eventos cardiovasculares, reforzarán los argumentos a favor de las pruebas de Lp(a).

Medir el Lp(a) es sencillo. Está cubierto por el seguro. Y lo más importante, los resultados de la prueba de Lp(a) ayudan a orientar conversaciones importantes sobre el estilo de vida y las modificaciones de los factores de riesgo.

Aunque aún no sabemos si reducir el Lp(a) se traduce en menos eventos cardiovasculares, sí sabemos que identificar a los pacientes de alto riesgo nos permite intervenir antes, reforzando el control del LDL, ajustando los planes de tratamiento y empoderando a los pacientes para que tomen decisiones informadas sobre su salud.

Tanto los cardiólogos como los médicos de atención primaria deben dar prioridad a la prueba de Lp(a), y no considerarla algo secundario. Si nos tomamos en serio la prevención cardiovascular, debemos utilizar todas las herramientas a nuestro alcance.

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