LO QUE ATESORA EL ALMA, LO VIERTE EL CUERPO: Cuando nos movemos, ¿acariciamos con la puesta de los ojos y ofrecemos un diálogo sincero? Cuando recapacitamos, ¿tratamos de poner nuestra corriente pensativa en sintonía con lo armónico? Cuando procedemos a la acción, ¿queremos propagar el amor que nos hace ser más poesía que poder? Si ahora todos participamos del mismo techo y respiramos idéntico aire, como hijos del místico poema celeste, unámonos y reunamos latidos, que la familia es la miga del espíritu benigno.
I.- LA LEALTAD TIENE UN TAÑER SERENO
como la fuerza de una estirpe,
como el impulso de un lugar,
como el dinamismo conjunto,
se funda en su mutua bondad.
No hay entereza sin sacrificio,
ni sacrificio sin benevolencia,
ni benevolencia sin docilidad;
pues el rencor es la demencia,
que nos machaca mar adentro.
Lo sustancial es dejarse amar,
por quien nos ha dado la vida,
seguirle para unirse a su cruz,
la que nos redime y nos salva,
la que nos abraza en rectitud.
II.- EL SER SE PERCIBE POR SUS ANDARES
Al igual que en cada arboleda,
todo se conoce por sus frutos,
y se reconoce por la fragancia;
pues a los seguidores de Jesús,
también se nos ve por el obrar.
El paso del Maestro fue darse,
ofrecerse sin cesar de hacerlo;
lo que exponía, era sólo glosa
de lo que vivía en su recorrido,
vivido y revivido con su andar.
Porque una sociedad sistémica,
sabe como alzar a su enemigo;
se ilusiona cuando lo favorece,
y asciende cuando se arrodilla,
al no ser para sí nada sin el otro.
III.- LA PURGA COMIENZA CON LA MIRADA
Bajo el espíritu contemplativo,
demos una ojeada y veámonos,
exploremos nuestra semblanza,
para conocer nuestras miserias,
y reconocernos en los defectos.
Es la manera justa de reabrirse,
de abrir la puerta de la caridad,
de compartir sueños y realidad,
para desertar de los mil errores,
y voltear con la virtud del bien.
En el perdón habita la fortaleza,
Dios lo verifica continuamente;
además nos estimula a imitarle,
a no buscar el mal en los demás,
pues sólo lo bueno extiende paz.