Dom. Dic 8th, 2024

En nuestra necesidad de aferrarnos a la certeza, los seres humanos vamos dando saltos temporales en lo que queremos y necesitamos, como si el momento presente no existiera.


Tengo tristes recuerdos de amistades de las que me despedí creyendo que les volvería a ver pronto, sin saber que eso jamás iba a ocurrir. Nos pasa tanto cuando perdemos a un ser querido, como cuando emigramos y perdemos contacto con personas que eran parte de nuestro entorno cercano.


¿Cuántas veces has dejado de vivir por cumplir con las expectativas de los demás? La vida no es un manual, ni tiene una guía que nos diga: después de graduado, te compras la casa, y luego el auto, y luego te casas, y luego el bebé… ¡Ah, es niño! ¡Pues ahora, por la niña!


¡Detente! El futuro es ahora. El mañana no está asegurado para nadie. ¿Por qué tenemos que preocuparnos por vivir un momento que aún no ha llegado? ¿Por qué debemos seguir pasos ajenos? ¿Qué hay del libre albedrío? Si algo nos tiene que quedar muy en claro desde marzo de 2020 es que la vida nos puede cambiar para siempre en cuestión de días. Le tenemos pavor a los huecos vacíos, a lo desconocido y creemos fielmente que tener absolutamente todo bien planificado y estructurado, nos trae tranquilidad mental.


Quizás en ciertos aspectos de nuestra vida, como el trabajo, sí sea efectivo pero tenerlo todo absolutamente planificado, solo puede traer ansiedad y estrés, porque cuando las cosas se salgan de control (¡y créeme que se van salir!) entonces no sabremos cómo responder satisfactoriamente.


Esto se debe a que, en vez de disfrutar el recorrido, veremos como dañino a todo lo que se interponga en ese plan que hemos fabulado en nuestra mente, cuando puede ser una gran oportunidad de crecimiento y de una vida más feliz.

Con la erupción del volcán en Las Palmas, miles de familias perdieron sus pertenencias. La mayoría solo tuvo pocos minutos para evacuar sus hogares y rescatar algunos enseres. ¿Crees que pensaron algunos días antes que vivirían tal catástrofe? En absoluto.


Abramos espacio en nuestra mente para lo nuevo, para manejar el cambio, para lidiar con lo desconocido, una nueva realidad. Cambiemos de enfoque: en vez de preguntarnos qué es lo próximo que haremos, preguntémonos ¿qué tenemos ahora?


Dejemos de correr el tiempo para adelante, y enfoquemos nuestra mente en el hoy.

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