Jue. May 2nd, 2024
educacionRetroceso y caida

(Abrir los ojos del alma al sigilo de la luz de Dios, es como el reflejo de su gloria en nuestras vidas, infundiéndonos el espíritu del Padre e induciéndonos a ser una comunidad de amor, donde la verdad brilla por sí misma en cada amanecer y la savia resplandece en sabiduría).

Por Víctor Corcoba

I.- EN LA COMPAÑÍA DEL SEÑOR TRANSFIGURADO

A la humanidad como seres andantes,

como peregrinos en la senda de nadie;

se nos otorga recrearnos en la alianza,

en la compañía de Jesús trasfigurado,

siempre decidido y siempre próximo.

Si su rostro glorificado resplandeció,

hasta revertir la tenebrosidad en día;

su vestigio nos reconduce y conduce,

a ser amor y a vivir en el níveo amar,

porque solamente así seremos poesía.

Volvamos a los cánticos del consuelo,

que no agonicen los pulsos dinámicos,

que no se extinga el poema que somos;

pues estando en proceder de adoración,

todo reaparecerá en su belleza integral.

II.- BAJO LA CONTEMPLATIVA CELESTE

Dejemos que la contemplativa celeste,

entre en nosotros como júbilo original;

que nos traspase su oleaje de liberación,

la enérgica marea de nuestras miserias,

iluminados por la fisonomía redentora.

Todo está en Cristo, Salvador nuestro,

persona de amor y el amor en persona,

auténtico Altísimo y verídico andarín,

que supo dar los pasos para elevarnos,

previo bajarnos con hálito devoto a Él.

Desde la cruz todo se nos transforma,

uno le mira y Él nos colma de calma,

uno le conversa y Él nos versa la paz,

uno le lleva y Él nos llena de silencio,

para oír el verso y desoír los reversos.

III.- CON LA TRINIDAD EN LA TRANSFIGURACIÓN

La deidad de Jesucristo es una realidad,

comunicada por la locución del Padre,

manifestada por la aureola del espíritu,

presente y presencia viva en el trance,

que nos llama a llamear por la cúspide.

La dimensión trinitaria nos reverdece,

nos curte a mudar de aires y orearnos;

que purificarse es lo que nos remonta,

hasta devolver a este penitente cuerpo,

un corazón grandioso que nos alumbra.

El baluarte celeste es muy clarividente,

claro al ver e imaginativo al recogerse,

tan sólo hay que suscribir el Crucifijo,

para acoger este período de mil dones,

y poder transfigurar nuestras marchas.

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