Mié. Abr 24th, 2024
planeta tierra naturalezaFoto: de anncapictures en Pixabay

Panamá

En los últimos veinte años, los desastres vinculados con amenazas naturales han aumentado en frecuencia e intensidad y, con ellos, ha incrementado tanto el número de personas afectadas como las pérdidas económicas asociadas. De hecho, el Corredor Seco Centroamericano (CSC) es una de las ecorregiones del mundo más vulnerables a las amenazas relacionadas con el clima. Se caracteriza por períodos de pronunciada sequía, exacerbada por la influencia del fenómeno de Oscilación del Sur de El Niño (ENOS), alternados con fuertes precipitaciones especialmente durante eventos de la Niña. El 58% del CSC se clasifica como un área con efectos de sequía altos o severos.

La periodicidad en la ocurrencia de los choques y fenómenos naturales que afectan la región contribuye a la alta precariedad que enfrentan las poblaciones de los países del SICA. En los últimos 10 años diferentes eventos han ocurrido en la región, afectando la producción, el acceso, la disponibilidad y la estabilidad de los alimentos, así como los ingresos de hombres y mujeres productores y jornaleros. 

Los niveles de pobreza y la desnutrición en el área son alarmantes y afectan principalmente a las poblaciones rurales y a las comunidades indígenas. La alta vulnerabilidad de la población, junto con la manifestación recurrente de las amenazas naturales, hace de ésta una de las áreas del mundo con un alto riesgo de inseguridad alimentaria y nutricional.

A partir de esta realidad, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Centro de Innovación en Tecnología para el Desarrollo Humano (itdUPM) de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), con la participación de las Secretarías del Consejo Agropecuario Centroamericano (CAC) y del Centro de Coordinación para la Prevención de los Desastres en América Central y República Dominicana (CEPREDENAC), con el apoyo financiero de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), implementaron en los últimos 2.5 años el proyecto Buenas Prácticas Agrícolas y Evaluación de Daños y Pérdidas para la Gestión Integral del Riesgo de Desastres y la Agricultura Sostenible Adaptada al Clima, para la sostenibilidad y la resiliencia de los sistemas productivos de los países del SICA.

Con la implementación de las acciones de esta iniciativa, se ha fortalecido la capacidad institucional, a través de la transferencia de metodologías y herramientas para una mejor gestión del conocimiento en la planificación, las inversiones y los programas agrícolas nacionales y subregionales. Esta mejora en la generación de conocimiento favorecerá, en el mediano y largo plazo, la sostenibilidad agrícola, la resiliencia ante el cambio climático y el logro de la seguridad alimentaria y nutricional de la población más vulnerable, particularmente en el Corredor Seco Centroamericano y zonas áridas de República Dominicana.

Ana Regina Segura, representante de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) comentó que este proyecto ha representado una buena oportunidad de coordinación entre las diversas instancias, contribuyendo a fortalecer los sistemas productivos de los países del SICA.

Por su parte, el Coordinador subregional de la FAO, Adoniram Sanches Peraci, explicó que esta intervención cobra especial importancia, luego que el más reciente Informe Global sobre crisis alimentarias de la FAO, presentado a inicio de mayo 2021, señalara que, en 2020, la inseguridad alimentaria aguda aumentó significativamente en El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras y Nicaragua, con 11,8 millones de personas en estado de crisis o peor (fase 3 o superior de la clasificación integrada de la seguridad alimentaria, IPC), frente a los 8,1 millones de personas de 2019.

Según este informe, fueron precisamente los graves fenómenos meteorológicos de finales de 2020 los que afectaron a más de 8 millones de personas en toda América Central, impactando en zonas con inseguridad alimentaria que ya habían experimentado varios años de sequía, así como la reducción de los ingresos debido a las restricciones del COVID-19. Previo a estos acontecimientos, entre el 2006 y 2016, el sector de la agricultura en los países en desarrollo había absorbido aproximadamente el 23% de los daños y las pérdidas causados por los desastres inducidos por amenazas naturales.

Bajo este marco, y siendo la agricultura el principal medio de vida de más del 35% de la población mundial, FAO, itdUPM, CAC, CEPREDENAC y AECID consideraron crucial contribuir al diseño de metodologías y herramientas dirigidas a minimizar el impacto de las amenazas naturales y contribuir a la reducción de los desastres, de la pobreza y al aumento de la seguridad alimentaria.

Es así que, como parte de las acciones para reducir la exposición y la vulnerabilidad de los hogares y las comunidades ante las amenazas naturales, las instancias socias en este proyecto recopilaron un catálogo de prácticas potencialmente exitosas que han sido probadas en varios contextos, y que podrán ser difundidas y recomendadas una vez vengan evaluada a lo largo de diferentes ciclos agrícolas, utilizando la metodología desarrollada en el marco del proyecto.

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