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El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y su homólogo de Rusia, Vladímir Putin, cerraron este viernes en Alaska la cumbre más relevante entre ambos líderes en los últimos años. El encuentro, que se prolongó por más de tres horas en la base aérea de Elmendorf-Richardson, no logró un acuerdo de alto el fuego en Ucrania, aunque sirvió para abrir la puerta a futuras negociaciones y posibles áreas de cooperación.
Trump calificó las conversaciones como “extremadamente productivas”, aunque sin anuncios concretos. En una comparecencia conjunta con Putin, que terminó de forma abrupta, el mandatario estadounidense aseguró que hubo avances en varios puntos, pero reconoció que todavía quedan “asuntos grandes” sin resolver. Señaló además que informará a sus socios de la OTAN sobre lo discutido con el presidente ruso.
Putin, por su parte, destacó la importancia de este primer cara a cara con Trump desde 2019. “Más tarde o más temprano tenemos que avanzar desde la confrontación hacia el diálogo. En este caso, un encuentro personal entre dos jefes de Estado era algo pendiente desde hace mucho tiempo”, declaró. El líder ruso afirmó estar abierto a explorar una resolución en Ucrania, pero condicionada a que se tomen en cuenta las “preocupaciones legítimas” de Moscú y a un “restablecimiento del equilibrio de seguridad en Europa”.

El encuentro se convocó con pocos días de anticipación, y la Casa Blanca había rebajado las expectativas de avances inmediatos. Trump dejó claro antes de la cumbre que su objetivo principal era “escuchar” a Putin y evaluar si existía margen para un alto el fuego sin concesiones territoriales, una línea roja marcada por el gobierno de Volodímir Zelenski en Kiev.
Previo a la reunión, Trump conversó con Zelenski y con líderes europeos, que mostraban inquietud ante la posibilidad de que el encuentro otorgara legitimidad internacional a Putin y abriera la puerta a concesiones territoriales en las regiones ocupadas del Donbás.
Esta cumbre fue también un hecho inédito: se trató de la primera vez que un presidente ruso visitó Alaska, antigua colonia del imperio zarista hasta su venta a Estados Unidos en 1867. Además del simbolismo histórico, el lugar tiene un peso estratégico por su cercanía al Ártico, una región en disputa por su riqueza en recursos y su valor militar.
Trump y Putin estuvieron acompañados por sus principales asesores. Del lado estadounidense participaron el secretario de Estado, Marco Rubio, y el enviado especial Steven Witkoff. Por parte de Rusia asistieron el ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, y el asesor Yuri Ushakov. La presencia de altos funcionarios en materia diplomática y económica reflejó la amplitud de los temas abordados.
La base militar de Elmendorf-Richardson, donde están destinados más de 30,000 efectivos, fue el escenario de un despliegue inusual. Varios aviones rusos aterrizaron y despegaron en coordinación con fuerzas estadounidenses, mientras la limusina presidencial de Putin, con matrícula de Moscú, circulaba por la instalación.
Trump recibió a Putin con una alfombra roja y una escolta de cazas F-22. Incluso un bombardero B-2 realizó un sobrevuelo a baja altura como parte del protocolo. En un gesto poco habitual, Trump invitó a Putin a subir a su vehículo oficial, conocido como “la Bestia”, para conversar en privado durante un recorrido por la base.
Una militar estadounidense destinada en Elmendorf-Richardson describió la jornada como “uno de los capítulos más surrealistas” de su carrera, al presenciar la coordinación directa con fuerzas rusas en un lugar donde normalmente se les percibe como adversarios.
Aunque la cumbre no dejó acuerdos firmados, sí marcó un nuevo capítulo en las relaciones entre Washington y Moscú. Putin concluyó el encuentro con una frase en inglés, poco común en sus apariciones públicas: “La próxima vez en Moscú”. Trump respondió que, pese a las dificultades, ambas partes “lo pueden conseguir”.
El encuentro en Alaska mostró que, aunque persisten profundas diferencias en torno al conflicto en Ucrania, tanto Estados Unidos como Rusia mantienen abiertos los canales de diálogo, en un momento en el que las tensiones militares y políticas siguen marcando la agenda internacional.